Palabras de bienvenida a la ceremonia.
Apreciados Hermanos, familiares y amigos del Hermano Álvaro Rodríguez.
Reciban un fraternal saludo lasallista, junto a nuestros sentimientos de gratitud por acompañarnos en esta celebración de bodas de oro de nuestro querido Hno. Álvaro, quien el 31 de enero de 1968 se consagró definitivamente a Dios para el ministerio de la Educación humana y cristiana de niños y jóvenes, especialmente de los más necesitados.
Sabemos que el elemento fundamental y reconocible de toda vocación a la vida Consagrada es la amistad con Cristo. Jesús vivía en constante unión con el Padre, y esto era lo que suscitaba en los discípulos el deseo de vivir la misma experiencia, aprendiendo de Él la comunión y el diálogo incesante con Dios.
Hoy queremos agradecerte Alvarito, como muchos te decimos, porque con tu ejemplo de vida consagrada, de entrega amorosa, de servicio desinteresado y de profunda humildad nos has mostrado cuán amigo has sido de Cristo y nos has permitido acercarnos al rostro amoroso del Padre, quien ha tenido contigo especial ternura.
Al igual que nuestra Santísima Madre (celebrada ayer en la advocación de nuestra Señora de los Ángeles) dejaste que el Señor te sedujera y respondiste “hágase en mí según tu palabra”, y el Señor ha hecho en ti grandes maravillas, que las hemos podido constatar cuando con sentimientos de fe, fraternidad y servicio nos acompañaste como provincial en el Distrito de Centroamérica y cuando los designios de Dios te condujeron a Roma, primero como Vicario General y después en dos periodos, como Superior General de nuestra querida congregación.
Elevamos un himno de acción de gracias al Señor de los Señores, al amor de los amores por tu vida entregada y donada al plan amoroso de Dios. Que Nuestro Santo Fundador y nuestra Madre Santísima derramen abundantes bendiciones en tu vida.
Hno. Moisés Obeso